Salmo 35

Una Reflexión Inspiradora

En el hermoso compendio de los Salmos, el Salmo 35 destaca como un eco poderoso de las emociones humanas, y para nosotras, mujeres, encierra un mensaje de fortaleza y esperanza.

En la vida, a menudo nos encontramos enfrentando desafíos y luchas que parecen abrumadores, como lo expresó el salmista en sus palabras. Sin embargo, en medio de la adversidad, podemos encontrar consuelo y valentía al sumergirnos en las enseñanzas de este salmo.

El Salmo 35 nos invita a reflexionar sobre la justicia divina y la protección divina que se extiende hacia aquellos que enfrentan la hostilidad y la calumnia. Así como el salmista buscó el amparo de Dios, nosotras también podemos confiar en Su bondad inagotable en momentos de aflicción.

En el versículo 9, el salmista nos recuerda que nuestra esperanza está en el Señor, quien escucha nuestras súplicas y acude en nuestra ayuda. Como mujeres, enfrentamos desafíos únicos, pero este Salmo nos asegura que no estamos solas en nuestras luchas.

La imagen de Dios como nuestro defensor, rescatándonos de las trampas del enemigo, nos infunde fortaleza. Nos invita a confiar en que, al igual que el salmista experimentó la liberación divina, también nosotras encontraremos alivio y victoria.

En los momentos de soledad, desánimo o confusión, el Salmo 35 nos insta a elevar nuestras voces en oración, confiando en que el Todopoderoso escucha y responde. Nos recuerda que somos amadas, valoradas y protegidas por un Dios que nunca nos abandona.

Que este Salmo sea una fuente de inspiración para cada mujer, recordándonos que, a pesar de las batallas que enfrentamos, somos hijas amadas del Altísimo. Encontremos consuelo en Su presencia constante y permitamos que la fortaleza que emana de estas palabras ilumine nuestro caminar diario. Confiemos en que, con Dios a nuestro lado, somos más que vencedoras.

Salmo 35 NTV

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Oh Señor, ponte en contra de los que se me oponen;
    pelea contra los que luchan contra mí.
Ponte tu armadura y toma tu escudo;
    prepárate para la batalla y ven en mi ayuda.
Levanta tu lanza y tu jabalina
    contra los que me persiguen.
Quiero oírte decir:
    «¡Yo te daré la victoria!».
Avergüenza y causa deshonra a los que tratan de matarme;
    hazlos retroceder y humilla a los que quieren hacerme daño.
Sopla y espárcelos como paja en el viento,
    un viento mandado por el ángel del Señor.
Haz que su camino sea oscuro y resbaladizo,
    y que el ángel del Señor los persiga.
Yo no les hice ningún mal, pero ellos me tendieron una trampa;
    no les hice ningún mal, pero cavaron una fosa para atraparme.
Por eso, ¡que la ruina les llegue de repente!
    ¡Que queden atrapados en la trampa que me tendieron!
    Que se destruyan en la fosa que cavaron para mí.

Entonces me alegraré en el Señor;
    estaré feliz porque él me rescata.
Con cada hueso de mi cuerpo lo alabaré:
    «Señor, ¿quién se compara contigo?
¿Quién otro rescata a los indefensos de las manos de los fuertes?
    ¿Quién otro protege a los indefensos y a los pobres de quienes les roban?».

Testigos maliciosos testifican en mi contra
    y me acusan de crímenes que desconozco por completo.
Me pagan mal por bien
    y estoy enfermo de desesperación.
Sin embargo, cuando ellos se enfermaban, yo me entristecía;
    me afligía a mí mismo ayunando por ellos,
    pero mis oraciones no tenían respuesta.
Estaba triste como si fueran mis amigos o mi familia,
    como si me lamentara por mi propia madre.
Pero ahora que yo estoy en dificultades, ellos se ponen contentos;
    con aires de triunfo se unen en mi contra.
Me ataca gente que ni siquiera conozco;
    me calumnian sin cesar.
Se burlan de mí y me insultan;
    me gruñen.

¿Hasta cuándo, oh Señor, te quedarás observando sin actuar?
    Rescátame de sus ataques feroces.
    ¡Protege mi vida de estos leones!
Después te daré gracias frente a la gran asamblea;
    te alabaré delante de todo el pueblo.
No permitas que mis enemigos traicioneros se regodeen en mi derrota;
    no permitas que los que me odian sin motivo se deleiten en mi tristeza.
No hablan de paz;
    conspiran contra personas inocentes que no se meten con nadie.
Gritan: «¡Ajá!
    ¡Con nuestros ojos lo vimos hacerlo!».

Oh Señor, tú sabes de todo esto;
    no te quedes callado.
    No me abandones ahora, oh Señor.
¡Despierta! ¡Levántate en mi defensa!
    Toma mi caso, Dios mío y Señor mío.
Declárame inocente, oh Señor mi Dios, porque tú haces justicia;
    no permitas que mis enemigos se rían de mí en mis dificultades.
No les permitas decir: «¡Miren, conseguimos lo que queríamos!
    ¡Ahora lo comeremos vivo!».

Que sean humillados y avergonzados
    los que se alegran de mis dificultades;
que sean cubiertos de vergüenza y de deshonra
    los que triunfan sobre mí.
Pero dales mucha alegría a los que vinieron a defenderme;
    que todo el tiempo digan: «¡Grande es el Señor,
    quien se deleita en bendecir a su siervo con paz!».
Entonces proclamaré tu justicia
    y te alabaré todo el día.

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