La Gloria de Tu Amanecer
En el capítulo 60 de Isaías, se revela una visión luminosa y esperanzadora que resuena en los corazones sedientos de luz. Este pasaje nos invita a contemplar la gloria de un nuevo amanecer, donde la luz divina disipa las sombras y la promesa de renovación brilla con fuerza.
Isaías comienza anunciando: “Levántate, resplandece, porque ha venido tu luz y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti”. Estas palabras nos llaman a despertar a una realidad iluminada por la presencia de Dios, donde Su gloria transforma la oscuridad en un espectáculo de luz radiante.
El versículo 3 proclama: “Y andarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento”. Este llamado trasciende fronteras, extendiendo la invitación divina a todas las naciones a caminar hacia la luz de la verdad y la redención.
La promesa de restauración y renovación se manifiesta en los versículos 19 y 20: “No tendrás más la luz del sol por luz del día, ni el resplandor de la luna te alumbrará, sino que tendrás al Señor por luz eterna, y tu Dios por tu gloria”. En esta promesa, encontramos la certeza de que la luz divina es eterna y que la presencia de Dios brilla con una luminosidad que nunca se desvanecerá.
Que el capítulo 60 de Isaías sea una guía para tu corazón, recordándote que, en la luz de la presencia divina, encontramos renovación y esperanza. En cada amanecer, que la gloria de Jehová ilumine tu camino, guiándote hacia una vida resplandeciente y llena de propósito.
Isaias 60 NTV
»¡Levántate, Jerusalén! Que brille tu luz para que todos la vean.
Pues la gloria del Señor se levanta para resplandecer sobre ti.
Una oscuridad negra como la noche cubre a todas las naciones de la tierra,
pero la gloria del Señor se levanta y aparece sobre ti.
Todas las naciones vendrán a tu luz;
reyes poderosos vendrán para ver tu resplandor.
»¡Levanta los ojos, porque todo el mundo vuelve a casa!
Tus hijos llegan desde tierras lejanas;
tus hijas pequeñas serán traídas en brazos.
Resplandecerán tus ojos,
y tu corazón se estremecerá de alegría
porque los mercaderes del mundo entero vendrán a ti.
Te traerán las riquezas de muchos países.
Enormes caravanas de camellos convergerán en ti;
los camellos de Madián y de Efa.
Los habitantes de Saba traerán oro e incienso
y vendrán adorando al Señor.
A ti te serán dados los rebaños de Cedar,
y los carneros de Nebaiot serán traídos para mis altares.
Aceptaré sus ofrendas
y haré glorioso mi templo.
»¿Y qué veo volando hacia Israel como las nubes,
como las palomas hacia su nido?
Son barcos de los confines de la tierra,
de países que confían en mí,
con los grandes barcos de Tarsis a la cabeza.
Traen al pueblo de Israel de regreso a su hogar desde muy lejos,
transportando su plata y su oro.
Honrarán al Señor tu Dios,
al Santo de Israel,
porque él te ha llenado de esplendor.
»Vendrán extranjeros para reconstruir tus ciudades
y sus reyes te servirán.
Aunque te destruí en mi enojo,
ahora tendré misericordia de ti por mi gracia.
Tus puertas permanecerán abiertas de día y de noche
para recibir las riquezas de muchos países.
Los reyes del mundo serán llevados como cautivos
en un desfile victorioso.
Las naciones que se nieguen a servirte
serán destruidas.
»La gloria del Líbano será tuya
—los bosques de ciprés, de abeto y de pino—
para embellecer mi santuario.
¡Mi templo será glorioso!
Los descendientes de los que te atormentaron
vendrán a inclinarse ante ti.
Los que te despreciaron
te besarán los pies.
Te llamarán la Ciudad del Señor,
y Sion del Santo de Israel.
»Aunque una vez fuiste despreciada y odiada,
y nadie pasaba por tus calles,
yo te haré hermosa para siempre,
una alegría para todas las generaciones.
Reyes poderosos y grandes naciones
colmarán todas tus necesidades,
como si fueras un niño
amamantado por una reina.
Por fin sabrás que yo, el Señor,
soy tu Salvador y tu Redentor,
el Poderoso de Israel.
Cambiaré tu bronce por oro,
tu hierro por plata,
tu madera por bronce
y tus piedras por hierro.
Haré que la paz sea tu líder,
y la justicia, tu gobernante.
La violencia desaparecerá de tu tierra;
se terminarán la desolación y la destrucción de la guerra.
La salvación te rodeará como las murallas de una ciudad,
y la alabanza estará en los labios de todos los que entren allí.
»Ya no necesitarás que el sol brille durante el día,
ni que la luna alumbre durante la noche,
porque el Señor tu Dios será tu luz perpetua,
y tu Dios será tu gloria.
Tu sol nunca se pondrá;
tu luna nunca descenderá.
Pues el Señor será tu luz perpetua.
Tus días de duelo llegarán a su fin.
Todo tu pueblo será justo;
poseerá para siempre su tierra,
pues yo lo plantaré allí con mis propias manos
con el fin de darme gloria a mí mismo.
La familia más pequeña se convertirá en mil personas,
y el grupo más diminuto se convertirá en una nación poderosa.
A su debido tiempo, yo, el Señor, haré que esto suceda».
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