Bendiciones de una Vida Enraizada en la Fidelidad
En el capítulo 28 del libro de Deuteronomio, encontramos un tapiz de promesas divinas tejidas con hilos de fidelidad y obediencia. Este pasaje nos revela que, al caminar en los mandamientos del Señor, cosecharemos bendiciones que florecerán en cada área de nuestras vidas.
Desde el inicio, el capítulo nos presenta la conexión intrínseca entre la obediencia y las bendiciones: “Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos… vendrán sobre ti y te alcanzarán todas estas bendiciones”. Estas palabras nos invitan a cultivar una relación consciente y obediente con Dios para recibir Su generosidad.
El versículo 3 inicia la lista de bendiciones: “Bendito serás en la ciudad, y bendito en el campo”. Esta declaración abarca todos los aspectos de nuestra vida, recordándonos que las bendiciones divinas no conocen límites y abrazan cada rincón de nuestro ser.
En los versículos 7 y 8, el pasaje nos asegura: “Jehová derrotará a tus enemigos que se levantaren contra ti. Por un camino saldrán a ti, y por siete caminos huirán de delante de ti. Jehová te enviará su bendición sobre tus graneros, y sobre todo aquello en que pusieres tu mano”. Estas promesas nos infunden confianza y seguridad, recordándonos que la fidelidad de Dios es nuestra protección y provisión.
El capítulo culmina con una exhortación a obedecer los mandamientos divinos: “No te apartes de todas las palabras que yo te mando hoy, ni a diestra ni a siniestra, para ir tras dioses ajenos”. Este llamado a permanecer en la fidelidad es la clave para experimentar continuamente las bendiciones del Señor.
Que Deuteronomio 28 sea un recordatorio de que nuestras vidas, cuando están enraizadas en la fidelidad y obediencia a Dios, florecen con las ricas bendiciones que Él anhela derramar sobre nosotros. En cada día, que la búsqueda de Su voluntad sea la fuente de nuestra dicha y el camino hacia una vida plena en Su amor.
Deuteronomio 28 NTV
»Si obedeces al Señor tu Dios en todo y cumples cuidadosamente sus mandatos que te entrego hoy, el Señor tu Dios te pondrá por encima de todas las demás naciones del mundo. Si obedeces al Señor tu Dios, recibirás las siguientes bendiciones:
Tus ciudades y tus campos
serán benditos.
Tus hijos y tus cosechas
serán benditos.
Las crías de tus rebaños y manadas
serán benditas.
Tus canastas de fruta y tus paneras
serán benditas.
Vayas donde vayas y en todo lo que hagas,
serás bendito.
»El Señor vencerá a tus enemigos cuando te ataquen. ¡Saldrán a atacarte de una sola dirección, pero se dispersarán por siete!
»El Señor te asegurará bendición en todo lo que hagas y llenará tus depósitos con granos. El Señor tu Dios te bendecirá en la tierra que te da.
»Si obedeces los mandatos del Señor tu Dios y andas en sus caminos, el Señor te confirmará como su pueblo santo, tal como juró que haría. Entonces todas las naciones del mundo verán que eres el pueblo elegido por el Señor y quedarán asombradas ante ti.
»El Señor te dará prosperidad en la tierra que les juró a tus antepasados que te daría, te bendecirá con muchos hijos, gran cantidad de animales y cosechas abundantes. El Señor enviará lluvias en el tiempo oportuno desde su inagotable tesoro en los cielos y bendecirá todo tu trabajo. Tú prestarás a muchas naciones, pero jamás tendrás necesidad de pedirles prestado. Si escuchas los mandatos del Señor tu Dios que te entrego hoy y los obedeces cuidadosamente, el Señor te pondrá a la cabeza y no en la cola, y siempre estarás en la cima, nunca por debajo. No te apartes de ninguno de los mandatos que te entrego hoy, ni sigas a otros dioses ni les rindas culto.
»Pero si te niegas a escuchar al Señor tu Dios y no obedeces los mandatos y los decretos que te entrego hoy, caerán sobre ti las siguientes maldiciones y te abrumarán:
Tus ciudades y tus campos
serán malditos.
Tus canastas y tus paneras
serán malditas.
Tus hijos y tus cosechas
serán malditos.
Las crías de tus rebaños y manadas
serán malditas.
Vayas donde vayas y en todo lo que hagas,
serás maldito.
»El propio Señor te enviará maldiciones, desorden y frustración en todo lo que hagas, hasta que por fin quedes totalmente destruido por hacer lo malo y por abandonarme. El Señor te afligirá con enfermedades hasta acabar contigo en la tierra donde estás a punto de entrar y que vas a poseer. El Señor te castigará con enfermedades degenerativas, con fiebre e inflamaciones, con calor abrasador, con sequías y pestes en los cultivos. Esas calamidades te perseguirán hasta la muerte. Arriba, los cielos se pondrán rígidos como el bronce, y abajo, la tierra se volverá dura como el hierro. El Señor convertirá en polvo la lluvia que riega tu tierra, y el polvo caerá del cielo hasta que quedes destruido.
»El Señor hará que tus enemigos te derroten. ¡Tú saldrás a atacarlos de una sola dirección, pero te dispersarás por siete! Serás un objeto de horror para todos los reinos de la tierra. Tus cadáveres serán alimento para las aves carroñeras y los animales salvajes, y no habrá nadie allí para espantarlos.
»El Señor te afligirá con llagas purulentas como las de Egipto, y con tumores, con escorbuto y picazón incurables. El Señor te castigará con locura, ceguera y pánico. Andarás a tientas a plena luz del día como un ciego que palpa en la oscuridad, pero no encontrarás la senda. Te oprimirán y te asaltarán constantemente, y nadie vendrá en tu ayuda.
»Estarás comprometido para casarte, pero otro se acostará con tu prometida. Construirás una casa, pero otro vivirá en ella. Plantarás un viñedo, pero nunca aprovecharás sus frutos. Verás descuartizar a tu buey delante de tus ojos, pero no comerás ni un solo bocado de la carne. Te quitarán el burro y nunca más te lo devolverán. Entregarán tus ovejas y cabras al enemigo, y nadie saldrá a ayudarte. Presenciarás el momento en el que se lleven a tus hijos e hijas como esclavos. Se te partirá el corazón por ellos, pero no podrás hacer nada para ayudarlos. Una nación extranjera y totalmente desconocida se comerá las cosechas por las que tanto trabajaste. Sufrirás una opresión constante y un trato cruel. Te volverás loco al ver todas las calamidades que te rodean. El Señor te cubrirá las rodillas y las piernas con llagas incurables. De hecho, te llenarás de llagas desde la cabeza hasta los pies.
»El Señor te desterrará junto con tu rey, te hará vivir en una nación que ni tú ni tus antepasados conocían. Allí, en el destierro, ¡rendirás culto a dioses de madera y de piedra! Serás un objeto de horror, de ridículo y de burla frente a todas las naciones donde el Señor te envíe.
»Plantarás mucho pero cosecharás poco, porque las langostas se comerán tus cultivos. Plantarás viñedos y los cuidarás, pero no beberás el vino ni comerás las uvas, porque los gusanos destruirán las vides. Cultivarás olivos en todo tu territorio pero nunca podrás usar el aceite de la oliva, porque el fruto caerá antes de que madure. Tendrás hijos e hijas pero los perderás, porque los tomarán prisioneros y los llevarán al cautiverio. Enjambres de insectos destruirán tus árboles y tus cultivos.
»Los extranjeros que vivan en medio de ti se harán cada vez más poderosos, mientras que tú con el tiempo te irás debilitando. Ellos te prestarán dinero, pero tú no tendrás para prestarles a ellos. ¡Ellos serán la cabeza y tú serás la cola!
»Si te niegas a escuchar al Señor tu Dios y a obedecer los mandatos y los decretos que él te ha dado, todas esas maldiciones te perseguirán y te alcanzarán hasta que quedes destruido. Esos horrores serán una señal de advertencia permanente para ti y tus descendientes. Si no sirves al Señor tu Dios con alegría y entusiasmo por la gran cantidad de beneficios que has recibido, servirás a los enemigos que el Señor enviará contra ti. Pasarás hambre y sed, andarás desnudo y carente de todo. El Señor te pondrá sobre el cuello un yugo de hierro que te oprimirá severamente hasta destruirte.
»Desde un extremo de la tierra, el Señor traerá contra ti a una nación lejana que te caerá encima como un buitre en picada. Es una nación que habla un idioma que tú no comprendes, un pueblo cruel y feroz que no muestra respeto por los ancianos ni piedad por los niños. Sus ejércitos devorarán tus animales y tus cultivos, y tú quedarás destruido. No dejarán ninguna clase de grano, ni vino nuevo, ni aceite de oliva, ni terneros, ni corderos, y te morirás de hambre. Atacarán tus ciudades hasta derribar todas las murallas fortificadas de tu territorio, esos muros en los que confiabas para protegerte. Atacarán todas las ciudades de la tierra que el Señor tu Dios te ha dado.
»El estado de sitio y la terrible aflicción del ataque enemigo serán tan insoportables que terminarás comiéndote la carne de tus propios hijos e hijas, aquellos que el Señor tu Dios te dio. El más tierno y compasivo de tus hombres no tendrá piedad de su propio hermano ni de su amada esposa ni de sus hijos sobrevivientes. Se negará a compartir con ellos la carne que esté devorando—la carne de uno de sus propios hijos—porque no tendrá otra cosa para comer durante el estado de sitio y la terrible aflicción que tu enemigo impondrá en todas tus ciudades. La más tierna y delicada de tus mujeres—tan delicada que sería incapaz de pisar el suelo con la planta de su pie—se volverá egoísta con su esposo, a quien ama, y con sus propios hijos e hijas. Después de dar a luz, esconderá de ellos la placenta y al bebé recién nacido para comérselos ella sola. No tendrá otra cosa que comer durante el estado de sitio y la terrible aflicción que tu enemigo impondrá en todas tus ciudades.
»Si te niegas a obedecer todas las palabras de instrucción que están escritas en este libro y no temes el nombre glorioso e imponente del Señor tu Dios, el Señor te abrumará con plagas indescriptibles a ti y a tus hijos. Esas plagas serán intensas y sin alivio, te harán desgraciado y te dejarán terriblemente enfermo. Él te afligirá con todas las enfermedades de Egipto que tanto temías, y no tendrás alivio. El Señor te afligirá hasta destruirte con todas las enfermedades y las plagas que existen, aun con las que no se mencionan en este libro de instrucción. Aunque te multipliques tanto como las estrellas del cielo, quedarás reducido a unos cuantos, porque no quisiste escuchar al Señor tu Dios.
»Así como el Señor se deleitaba en prosperarte y en multiplicarte, ahora el Señor se deleitará en destruirte. Serás arrancado de la tierra donde estás a punto de entrar y que vas a poseer. Pues el Señor te dispersará por todas las naciones, desde un extremo de la tierra hasta el otro. Allí rendirás culto a dioses ajenos que ni tú ni tus antepasados conocían, ¡dioses de madera y de piedra! En medio de esas naciones, no encontrarás paz ni lugar de descanso. Allí el Señor hará que te tiemble el corazón, que te falle la vista y que tu alma desfallezca. Tu vida siempre penderá de un hilo; día y noche vivirás con miedo, sin ninguna seguridad de sobrevivir. Por la mañana dirás: “¡Si tan solo fuera de noche!”, y al oscurecer dirás: “¡Si tan solo fuera de día!”. Pues te aterrarás al ver los horrores espantosos que habrá a tu alrededor. Luego el Señor te enviará en barcos de regreso a Egipto, el lugar que prometí que nunca volverías a ver. Allí tratarás de venderte como esclavo a tus enemigos, pero nadie querrá comprarte».
Cultiva tu fe